top of page

El canto de Armónico


La mañana era fresca y soleada, y en uno de los caminos que conducían desde el viejo pueblo al bosque, el pequeño Josh empuñaba un palo de madera a modo de espada, dispuesto a lanzar otro ataque devastador contra su inseparable amigo Éric.

—Ahora sí, Éric. De esta no te vas a librar. Te machacaré y volveré a ser el héroe que rescate a Elyanna de las malvadas garras de su abuelo, quien la tiene cautiva en su panadería día tras día, preparando sabrosos bizcochos de chocolate y galletas con miel.

—¡Ja! Eso no te lo crees ni tú, Josh. Esta vez seré yo quien la rescate y quien vaya a merendar con ella al bosque. ¡Vamos! Ataca si eres tan valiente como dices ser.

En ese mismo instante, Josh se lanzó al ataque con la estaca de madera en alto, e intentó propinar a Éric un golpe de alto en bajo en toda su cabezota. Sin embargo, éste no era tan torpe como parecía, y detuvo el golpe ágilmente con su propio palo. Siguieron enzarzados durante unos pocos minutos más en aquella épica lucha por lograr el amor de Elyanna hasta que Éric, en un intento por esquivar uno de los ataques de Josh, tropezó con una piedra y cayó al suelo.

—¿Y ahora qué, bellaco? —dijo Josh mientras colocaba el extremo del palo en la garganta de su amigo— ¿Te rindes?

—¡Auch! —exclamó mientras se palpaba el trasero—. Sí, me rindo. Además, me he hecho daño en el culo al caer. Está bien, esta vez has ganado tú.

Josh le tendió la mano y le ayudó a levantarse.

—Ha sido una pelea justa, amigo. De las más grandiosas de esta semana.

—Sí, sin duda.

Caminaban los dos amigos de regreso al pueblo cuando Éric recordó algo.

—Por cierto, Josh, mira lo que he hecho —y metiendo la mano en la pequeña faltriquera de cuero que llevaba colgada al cinto, sacó uno de los garabatos más feos que Josh había visto en su vida.

—¿Qué es eso?

—¿Cómo que qué es eso? ¿Acaso no se nota? Somos Elyanna y yo junto a la fuente de la plaza del pueblo. Lo he hecho yo mismo, he pensado regalárselo esta misma tarde cuando salga de la panadería —al decir esto, Éric sonrió tanto, que hizo que sus orejas pareciesen aún más grandes de lo que ya eran.

—Sinceramente, Éric —dijo Josh intentando medir sus palabras—, no creo que le guste.

—¿Y se puede saber por qué? —a Éric se le borró la sonrisa.

—Pues porque fíjate en esto. Le has dibujado la cabeza más grande que el cuerpo, y el culo más gordo que la fuente de la plaza, y eso de tener el culo gordo creo que a las chicas no les gusta nada.

—¡Ja! Lo que ocurre es que tienes envidia, porque tú no sabes dibujar y yo sí, e intentas persuadirme para que no le entregue el dibujo y así evitar que se enamore de mí.

—De verdad, Éric, a mí me trae sin cuidado lo que le regales a Elyanna, pero si lo que intentas conseguir es que se enamore de ti al entregarle este dibujo, creo que no lo vas a conseguir. Y aun peor, puede que hasta deje de hablarte ¿Qué es esta especie de masa amorfa que hay aquí?

—Son sus pies. Además, trae aquí el dibujo —y de un rápido movimiento, Éric le quitó el papel a Josh—. Me da igual lo que digas, se lo entregaré de todas maneras.

—Allá tú, yo solo te he dicho lo que pienso, ahora tú haz lo que te plazca.

—Eso haré, sin duda. Hasta luego Josh, nos vemos después. No te asombres mucho si esta tarde nos ves a Elyanna y a mí pasear juntos de la mano.

—Tranquilo, no me asombraré demasiado. Hasta luego Éric.

Como cada día, tras haberse despedido los dos amigos, Josh se encaminó hacia casa de su abuela para acompañarla a comprar leche recién ordeñada de la granja que quedaba a un kilómetro del pueblo. El camino que llevaba hacia la granja discurría entre las largas tierras cultivadas por los hombres del pueblo. A ambos lados del camino rebosaban de la tierra las lechugas, patatas, zanahorias, tomates, ajos y rábanos, y más adelante, a un lado del camino, comenzaba el bosque. Su abuela, a pesar de sus años, andaba tan deprisa que a Josh le costaba seguir el ritmo y mantenerse a su lado.

Habían recorrido más de la mitad del trayecto hacia la granja cuando de pronto, un sonido proveniente del bosque cautivó a Josh. ¿Era algo parecido a una flauta dulce lo que sonaba?, no lo sabía, pero lo que sí tenía claro era que fuese lo que fuese aquel sonido, entonaba las melodías más bonitas que había escuchado nunca.

—¡Abuela! ¿Oyes eso? —preguntó Josh con exaltación— ¡Hay alguien tocando una especie de flauta en el bosque! ¡Y qué sonido más bonito! ¿Lo escuchas?

La abuela de Josh se echó a reír al escuchar las palabras del joven.

—Tranquilo Josh, no hay nadie tocando la flauta en el bosque —sonrió la abuela—, solo es un armónico. ¿Nunca antes habías escuchado uno?

—¿Un qué? ¿Armónico? ¿Qué es eso?

—Es una de las especies de pájaro más raras que existen. Desafortunadamente, hoy en día quedan muy pocos, y de los pocos que quedan, no todos cantan.

—¿Y por qué quedan tan pocos? ¿La gente los captura? —preguntó Josh, curioso.

—Verás Josh, los armónicos son unas aves muy especiales. Cuentan las antiguas historias que el canto de estos pájaros va ligado a la armonía del cuerpo de los hombres y las mujeres.

—¿A la armonía del cuerpo? ¿Qué quieres decir? —Josh no lo entendía.

—Se dice que, cuando los sentimientos, pensamientos y palabras de una persona se encuentran en armonía, esta ave tan singular entona sus melodías más bonitas y hace crecer las flores del bosque.

—En armonía…

—Sí. Es decir, cuando aquello que alguien siente, piensa y dice, va en la misma dirección. A eso se le conoce comúnmente como congruencia o asertividad. Cuando una persona se muestra congruente y asertiva consigo misma o con los demás, estas aves cantan y hacen del mundo un lugar mejor.

—Es que, ¿hay alguien que no hace eso?

—Pobre Josh, aún te queda mucho por aprender —dijo su abuela acariciándole la cabeza—. Te sorprenderías de la cantidad de gente que no está en armonía, y debido a unas circunstancias u otras, nunca actúa tal como le gustaría, o nunca expresa lo que realmente siente.

Josh permanecía con la mirada perdida en el bosque, pensativo.

—Debe de ser un pájaro increíble.

—Sin duda alguna, jovencito. De los más bonitos que hay. Llenos de colores. Pero si es difícil escuchar su canto, aún más difícil es verlos —la abuela miró a Josh con interés—. Al parecer, alguien ha debido de realizar hoy algún acto de congruencia o asertividad. ¿Tú sabes quién ha podido ser?

—Quizá sí —dijo Josh, reflexivo —, quizá sí.

—Bien, pues no nos entretengamos más, muchacho. Continuemos hacia la granja que ya se va haciendo la hora de comer, y todavía hay que volver al pueblo.

Esa misma tarde, cuando Josh se encontraba jugando con otros niños en la plaza del pueblo a Caballeros y Doncellas apareció Éric.

—¡Ey Josh! ¿Quieres luchar contra un oponente de verdad?

—Hola Éric —Josh se alegró al verle—. Por supuesto. ¿Le ha gustado tu dibujo a Elyanna?

—Creo que no mucho —se lamentó Éric, cabizbajo—. Se ha enfadado un poco. Me ha dicho que qué demonios era eso, y que si la chica del dibujo era ella parecía que se había comido todos los pasteles de la panadería de su abuelo —Josh no pudo contener una carcajada—. Pero bueno, ya se le pasará. Intentaré hacer otro mejor para la próxima vez.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Josh riendo—. La próxima vez te saldrá mejor.

—Seguro que sí. Y ahora —Éric dio un salto hacia atrás y se colocó en posición de defensa blandiendo su palo de madera—, ¡en guardia, despreciable bribón usurpador de doncellas!

Josh lo imitó y se preparó para prevenir el primer ataque, y gritó:

—En guardia.


Todas las entradas
bottom of page