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Una trágica pérdida


El niño lloraba desconsoladamente. Las enormes llamas que surgían de lo que hasta ahora había sido su casa lamían el cielo y arrancaban destellos de su cara, inundándolo todo de un calor infernal. Incluso allí, a unos cien metros del incendio, todavía podía notarse el ardor del fuego.

No había tenido tiempo para reaccionar. El fuego comenzó a comérselo todo durante la madrugada y el humo fue apoderándose de cada rincón de la casa mientras todos dormían. Se despertó tosiendo bruscamente, sin tener tiempo para asimilar lo que estaba pasando. No podía apenas respirar, tosía y tosía una vez tras otra. Los ojos le escocían y no dejaban de llorarle. Su instinto, en contra de su voluntad, le había hecho salir corriendo en busca de aire fresco. No había tenido tiempo para nada, ni siquiera para salvarlos a ellos, quienes le habían enseñado todo hasta ahora.

Le habían enseñado a comportarse y a ser educado, a leer y a escribir. Le habían dado valores con los que enfrentarse al mundo y mostrado lo que era el coraje, la honestidad, la fuerza moral, la dignidad, la valentía, la lealtad, la amistad, el amor, la muerte, la pérdida. Le habían llevado a mil lugares de viaje, contándole en cada lugar el por qué de cada cosa, su historia. Le habían ayudado a comprender el mundo y a tener una visión diferente de la vida, a diferenciar el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto. Y ahora, los había perdido entre las llamas. Se culpaba sin cesar y se maldecía a sí mismo por no haber percibido antes el fuego, por no haber sido capaz de salvarlos.

—Había más de quinientos ¿verdad hijo? —su padre se había acercado hasta él con mucha templanza. Consciente de la desolación de su hijo, le colocó una mano sobre el hombro. Su madre y sus hermanas se encontraban junto a la ambulancia con mascarillas de oxígeno, no habían sufrido ningún daño—. A partir de mañana, nos dedicaremos a recorrer el mundo entero hasta dar con todos y cada uno de ellos. Volveremos a recuperarlos todos

—Por supuesto que sí —dijo el niño apretando los puños—. Volveré a recuperar todos esos libros.


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